Que son los Esteros del Iberá
Se denomina Esteros del Iberá a un extenso humedal que abarca entre 15 000 y 25 000 km² en la provincia de Corrientes, en el noreste de República Argentina. Solo superado en extensión por el Pantanal (brasileño, boliviano y paraguayo) con el cual forman el segundo humedal más grande del mundo, parte de un sistema hidrográfico mucho más extenso el macrosistema del Iberá, de cerca de 1 300 000 hectáreas en el que se desarrolla un ecosistema subtropical y tropical de grandísima diversidad.
Gracias a su peculiar geografía, la zona cuenta con una rica y variada población animal. La fauna autóctona incluyen numerosas especies amenazadas para las cuales éste es uno de los últimos hábitats remanentes, entre las que se encuentran el ciervo de los pantanos, el venado de las Pampas, el carpincho, el lobo de crin o aguará guazú, el yacaré overo y negro , la boa curiyú y el lobito de río, los monos aulladores, así como una enorme variedad de aves como el pirincho entre tantas muchas aves. La ictiofauna también es muy variada y abundante, sobresaliendo los dorados, armados, surubís, pacús, mojarras, tarariras y palometas. Los yaguaretés parecen haber sido extinguidos en esta zona durante la primera mitad del siglo XX, al igual que el tapir, el lobo gargantilla, el pecarí de collar y el oso hormiguero. La exuberante flora local incluye numerosas especies acuáticas como el camalote, y amapolas de agua que dan lugar al fenómeno de los embalsados, auténticas islas flotantes .
El 15 de abril de 1983, por ley 3771, un área de unos 13 000 km² dividida entre los departamentos San Miguel, Concepción, Santo Tomé, San Martín y Mercedes fue instituida como Reserva Natural Provincial por el Gobierno de la Provincia de Corrientes, del que depende actualmente, tal reserva es el área protegida más extensa con la que actualmente cuenta la República Argentina.
Historia
A la llegada de los españoles en el siglo XVI la zona estaba difusamente poblada por las etnias de los llamados en guaraní: guaraníes aunque muchos de ellos eran pueblos anteguraníes guaranizados a la fuerza. Aún hasta inicios del siglo XX, debido a que se escuchaban “gritos” provenientes de las zonas más internas y entonces inexploradas por los “blancos”, se supuso que todavía tales nativos habitaban los esteros.
Gracias a la dificultad para acceder a la zona de los esteros del Iberá, los asentamientos en el área han sido muy escasos, aunque algunas poblaciones en su margen noreste —sobre todo Concepción Yaguareté-Corá— se remontan a la época de la colonia. Las reducciones jesuíticas ocuparon territorios colindantes con los esteros, pero el área de bañados y lagunas se consideraba inhabitable. A lo largo de los siglos XVIII y XIX permaneció generalmente libre de asentamientos estables, aunque constituyó refugio para forajidos y fuente de sustento para cazadores y pescadores.
La primera investigación científica de las riquezas naturales del área se debió a Alcide d’Orbigny, un naturalista francés que visitó el área a fines de la década de 1820 como parte de la expedición a Sudamérica encargada por el Musée d’Histoire Naturelle de París. Entre los siete tomos de su Voyage dans l’Amérique Méridionale se cuentan las primeras observaciones sistemáticas del ecosistema del Iberá. La turbulenta situación política regional y la escasez de medios demoraría el interés local en el mismo hasta la década de 1930, en que la recientemente creada Administración de Parques Nacionales presentó al Congreso el primer proyecto de creación del Parque nacional Iberá, fruto de negociaciones con el gobierno provincial.
La combinación de reclamos insistentes de la Administración de Parques Nacionales y la imposibilidad de concertar con el gobierno federal la administración del patrimonio ecológico de la zona movieron al gobierno correntino a declarar la creación de la Reserva Natural del Iberá el día 15 de abril de 1983 por ley provincial 3771. La intención del proyecto era aunar la conservación y recuperación de las especies nativas y la eliminación de las exóticas con el desarrollo turístico de la región. Se delimitaron las tareas de conservación y se reglamentó el apoyo financiero y la dotación de personal para estas tareas. Sin embargo, el gran esfuerzo realizado, sobre todo para combatir la caza furtiva y restaurar paulatinamente el estado de equilibrio del ecosistema, se vio seriamente afectado por la situación económica de la Argentina en las dos décadas transcurridas. Con todo, la recuperación ha sido notable y la conservación de numerosas especies se encuentra garantizada.
La obra vecina de la represa de Yacyretá comprometió gravemente la conservación de la región a partir de su finalización en 1994, a causa de la elevación del nivel de las aguas y el anegamiento total de parte del ecosistema. El decreto-ley 1577 de la provincia de Corrientes reguló cinco unidades de conservación dentro del área de influencia de la represa, así como apoyo financiero por parte del Ente Binacional a cargo de las obras.
El 23 de diciembre de 2015, a partir de la donación de 150 000 hectáreas de tierras que el recién decedido magnate ambientalista Douglas Tompkins estadounidense había comprado a precio muy bajo, mediante expresa delegación de su viuda Kris (tine) McDivitt, se ha anunciado la creación del Parque nacional Iberá.
Estructura hidrográfica
A lo largo del arco de la zona pueden distinguirse varias lagunas o esteros permanentes de diversas extensión, de las cuales las más amplias son la epónima Iberá, y la laguna Luna, a cuyas orillas se ubica el pueblo de Colonia Carlos Pellegrini, la base más recomendable para visitar la región. Las lagunas Fernández, Galarza, Medina, Paraná y Trin superan también los 15 km²;. El sistema de lagunas es de muy escasa profundidad, por lo general, aunque en épocas de creciente pueden alcanzar los tres metros. Con ellas se alternan escasas áreas de tierra seca, mayormente lomadas bajas y arenosas, y una gran extensión de bañados, es decir, terreno anegable o anegado.
Clima
Pese a ubicarse en zonas subtropicales, el clima del Iberá es netamente tropical debido a la elevada humedad atmosférica que retiene el calor solar en este medio ambiente. El invierno es relativamente seco, con temperaturas mínimas que llegan a 5 °C, y fuertes precipitaciones durante el otoño y la primavera. El verano es también húmedo y muy caluroso, con máximas que pueden superar los 50 °C. Las precipitaciones anuales rondan los 1700 mm.